Xeocomunicación: TOPOFILIA
Lamentamos de veras que os hayáis animado a leer este post imaginando que íbamos a hablar de prácticas amorosas a varios metros bajo tierra y en compañía de animales con visión limitada.
Hoy queremos presentaros un interesante concepto: la topofilia, o lo que es lo mismo, el conjunto de relaciones afectivas y de emociones positivas que el ser humano mantiene con un lugar. Esta “amistad” con un espacio determinado produce un enraizamiento derivado experiencias satisfactorias. Según los estudios de Francisco Xosé Fumega Pereiro en su libro “Vivencias geográficas compostelanas”, el 24% de los estudiantes encuentran como más agradable el Casco Histórico, mientras que sólo un 8% tiene el Ensanche en sus preferencias.
A pesar de todo, y por absurdo que pueda parecer advertirlo, hay un gran triunfador: el domicilio, el continente del hogar. El domicilio es un espacio simbólico donde proyectamos sentimientos y una visión del mundo, por lo que debiera ser el lugar donde uno se hace fuerte y tiene la oportunidad de encontrarse consigo mismo frente a un exterior siempre amenazante y caótico.
Sólo un 5% de los estudiantes destacó bares y discotecas, un porcentaje similar al de la facultad, relacionados, respectivamente, con la satisfacción lúdica y la funcional. Los más espirituales, un 6%, escogen la catedral como el sitio donde mejor se encuentran.
En cuanto a la topofobia, es la otra cara de la moneda. Es el nombre culto de la razón que nos lleva a esquivar la calle en la alguna vez experimentamos dolor, está en una cuesta que se ceba con los pulmones o es un paisaje sin ninguna nota vegetal a la vista.
El caso de Santiago de Compostela es muy interesante por su gran particularidad: se desinfla de habitantes el fin de semana.
¿Cuántos de vosotros decís como primera y única respuesta que vivís en esta ciudad? Y, sobre todo, cuando volvéis, ¿a dónde lo hacéis?
S3C
Posted on 22 Marzo, 2013, in Documentos and tagged Placer Breijo, Roura Blanco, Santos Pérez, Tuñas López. Bookmark the permalink. 2 Comentarios.
Lo cierto es que a pesar de vivir 5 días de 7 en Santiago de Compostela, nunca respondo que es mi ciudad. No lo es. Y como yo, apuesto a que la mayoría de los compañeros procedentes de otras ciudades, tampoco tienen un gran apego a Santiago. Y en esos dos días fuera de Santiago, sí estamos en NUESTRA ciudad. Pero creo que ahí influye algo más que el concepto de la ciudad en sí, aquí estamos por un motivo: estudiar, aunque hayamos forjado amistades, el primer motivo real de venir ha sido ese. Y cuando nos vamos a nuestra ciudad el motivo es diferente: familia y amigos. Mucho más apetecible lo segundo, sin duda. El concepto de ”ciudad” es como muy frío, muy lejano, más allá de estar a gusto en un sitio, lo que verdaderamente importa son las personas que están en él, nuestras relaciones. La comunicación con los demás, no con la ciudad, que poco puede decir.
Si me preguntan de dónde soy contesto orgullosa que de Ourense y si me preguntan dónde vivo contesto feliz que en Santiago de Compostela.
Yo pertenezco al 6% de los más espirituales. Si tengo un mal día, si tengo ganas de echarme un cigarro y olvidarme del mundo, voy al Obradoiro. Si te sientas entre los soportales del Palacio de Raxoi puedes respirar a gusto; nadie se fija en ti.
He paseado en un año y medio más veces el casco histórico de Santiago que el de mi ciudad en diecinueve. Será porque arrecende a tapas y a gente de paso y a vino rancio y a lluvia y a café y a viento húmedo y a morriña. O será porque soy una romántica, no digo que no.
Y, por cierto, os aconsejo quedaros en Santiago cuando «desinfla», es mucho más bonita.