Un mundo hostil
En el epílogo de “Comunidad”, Zygmun Bauman hace un recorrido por la tesis principal de su libro, la desengranación de nuestras aspiraciones basadas en una utópica comunidad que nos proteja de las inseguridades asentadas en la vida urbana. Su teoría coloca al mundo en un rol malicioso, el cual desprende inseguridades que provocan ansiedad en sus habitantes, incapaces de enfrentarse a una fuerza superior que desestabiliza su ideal de convivencia.
Ante esto, Bauman asegura que el primer impulso humano es aferrarse a nuestra propia persona, único punto estable dentro del mundo caótico del que pretendemos huir. La consecuencia de la aferración devota a nosotros mismos es la consideración de los demás como extraños o sospechosos, es decir, como posibles causantes de la temida inseguridad reinante en un mundo hostil. Canalizamos por tanto nuestra ansiedad a través de sus identidades, lo cual nos reporta una inmensa calma al imponernos un objetivo, el rechazo a esos extraños. Convertimos, pues, una inseguridad intangible en algo tangible, lo que nos provoca la sensación de tenerlo todo bajo control. Este es el primer paso para superar los miedos.
Otro mecanismo de autodefensa ante los peligros anidados en la vida urbana es la utilización de estereotipos para identificar todo aquello que no conocemos. A día de hoy, los estereotipos no son tan fuertes como en épocas pasadas, pero lejos de desaparecer, han sido sustituidos por otras variables: la forma de vestir, de hablar, de comportarse… Por tanto, lo que nos asusta y empequeñece es una vida urbana, peligrosa por su variedad.

Cómo fiarnos de la “superficie” o estereotipo puede jugarnos malas pasadas, prejuzgando equivocadamente
La solución ideal la proponen las comunidades, prometiendo conservar un grado de diversidad que dinamice la vida urbana a la vez que asegura neutralizar ese exceso de variedad que provoca inseguridad y temor. Sin embargo, son objetivos contradictorios que quedan en el tintero. Según Bauman, lo que realmente debería hacer a comunidad es apoyarnos ante los problemas que no seamos capaces de enfrentar de motu propio, pero sin fagocitarnos, es decir, permitiendo que nos valgamos por nosotros mismos ante situaciones de inseguridad. En resumen, la conservación de dos derechos igual de fundamentales: la seguridad y la libertad. O, si se prefiere, el comunitarismo y el individualismo.
Llevado al ámbito de Alcohólicos Anónimos, podemos observar como ese mundo hostil del que habla Zygmun Bauman es todavía más arisco para una persona adicta al alcohol, porque es un mundo que le abre las puertas a su adicción para más tarde cerrarlas a cal y canto ante una enfermedad no comprensible para el resto de la sociedad. Además, sobre el alcohólico recae el estereotipo social de que su situación es culpa suya, sin ver más allá de circunstancias personales. Por tanto, su ingreso en la comunidad que suponen las reuniones de Alcohólicos Anónimos es el arma más fuerte y eficaz que tienen para enfrentarse a las inseguridades que le causa el mundo, un mundo que, lejos de ayudarles, les condena a una vida de exclusión mientras no superen su adicción.

Los lazos que se establecen en una comunidad son un arma eficaz para enfrentarnos a nuestros miedos, siempre que no nos anulen como individuos libres
Neira Feáns, Carolina 142 B04
Posted on 25 Febreiro, 2014, in Lecturas e filmes and tagged 142 B04, alcohólicos anónimos, Comunidad, zygmun bauman. Bookmark the permalink. 1 comentario.
No había pensado en los estereotipos como forma de canalizar la inseguridad. De todas formas, como dices, son un lastre, especialmente a la hora de paliar la incertidumbre. Si el temor radica en los extraños, lo lógico sería que el individuo tratase de que dejasen de serlo. Es decir, que intentase conocerlos, establecer una comunicación. Sin embargo, lo que vemos en el día a día es que el individuo reduce al desconocido a un estereotipo social, y se enorgullece de haber logrado entenderlo, cuando lo único que ha hecho es encasillarlo.
PARDO CREGO, ALICIA 142.A04