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La Educomunicación como motor de la transformación social
El campo de la cooperación en clave de solidaridad necesita valerse de una serie de elementos que le hagan posible alcanzar su objetivo. La solidaridad, entendida como la ayuda para la mejoría de las condiciones de vida de una comunidad, es el camino clásico de la cooperación. Sin embargo existen otras vías, que prestan una ayuda más indirecta, como puede ser el caso de la educación.
Para el desarrollo de una civilización la educación es algo fundamental, clave en la transformación y evolución de éste. Por ello no es de extrañar que en las labores de cooperación internacional y desarrollo se creen escuelas en países subdesarrollados. Los jóvenes nunca podrán desarrollar una actitud crítica ante su situación y un conocimiento suficiente de los medios, incluidos los de comunicación, con los que cuentan para lograr una transformación social. En particular, la educación para la comunicación es la denominada educomunicación, centrada en el aprendizaje del uso de los medios de comunicación por parte de las sociedades necesitadas y del diálogo como forma de crear conciencia social y fomentar la cooperación de ésta. La comunicación entre individuos se centra principalmente en el diálogo, en la interacción entre personas y en cohesión social.
Pero a parte de ser un elemento de gran utilidad en el campo de la cooperación, la educomunicación es algo que debería fomentarse, aunque no con la misma profundidad, en los centros educativos. Se deben impulsar y fomentar las habilidades para el diálogo y la comunicación en sociedad. Algo a lo que todos estamos expuestos tanto en nuestra vida cotidiana como en la vida laboral. Debe entenderse como una herramienta muy beneficiosa en el campo de la cooperación internacional y el desarrollo ya que ofrece a las sociedades una ayuda eficaz a largo plazo. La educación crece, se hace más poderosa y más fuerte, crea juicio y opinión. En definitiva, constituye el primer paso para una transformación social.
Cañal Vega, Paula
141.A04
Nuestra necesidad de Comunidad
Del mismo modo que en el texto de Gustavo Esteva, “Los Quehaceres del día”, Z. Bauman también reconoce que el capitalismo nos ha convertido en seres competitivos, individualistas y tremendamente desconfiados. Pero como el propio autor nos dice en este Epílogo estas cualidades no hacen otra cosa más que afianzar nuestra necesidad de comunidad. Esta desconfianza ha dañado la comunicación entre nosotros mismos, la interacción.
Esto sin duda surge a raíz de la competitividad de la que hablamos. Cualquiera es un rival del que uno no se puede fiar, y el resultado es el surgimiento de un sentimiento de inseguridad. La rutina se vuelve nuestra aliada y los acontecimientos imprevistos de aquellos que nos rodean nos asustan. En definitiva, son extraños para nosotros. He ahí donde avistamos la falta de comunidad y su necesidad como seres comunales que somos. No podemos intentar vivir al margen de la sociedad, es algo inútil.
Vivimos en pleno siglo XXI, la población se ha multiplicado en los últimos años y las ciudades han crecido al mismo tiempo que la población mundial también ha ido aumentando. La gran mayoría se va a las ciudades, empujada por nuestro modelo de vida actual del que difícilmente se puede escapar. Diferentes razas, distintas gentes viven día a día en las grandes urbes, aunque no con con éxito conviven. Y seguimos asustados por esta variedad que se nos presenta, inseguros y temerosos de los desconocidos procedentes de distintos lugares. Por qué no decirlo, sospechamos de los extranjeros, vuelven a ser algo imprevisto en nuestras vidas y el proceder de otro sitio distinto al nuestro ya es motivo para confiar.
Sólo existe un camino para romper con todo esto, y ese es la comunicación. Lo necesitamos, echamos en falta más que nunca el espíritu de comunidad como dice Bauman en su texto. Es el individualismo el que nos ha llevado a esta situación de inseguridad en nuestras vidas y la comunidad nunca se conseguirá sin la interacción, la relación y en definitiva, la comunicación de los individuos en sociedad. Sobre todo, en lo que respecta a la seguridad ciudadana, debe tratarse colectivamente, pues es de la comunidad de quien surge el compromiso y la obligación de velar y cuidar de esta.
CAÑAL VEGA, PAULA
141.A04
El paso a una democracia real
1945. La colonia japonesa que era Corea pasó a manos del bando ganador. Fue entonces cuando se dividió el territorio de Corea en dos, utilizando como herramienta de corte el paralelo 38. En 1950, Corea del Norte intentó invadir el territorio sur pero sin éxito. Es en este momento cuando dos hermanos surcoreanos son separados. Durante la retirada del ejército norcoreano hacia el norte, uno de los dos hermanos consiguió esconderse y evitar ser reclutado. El otro, sin embargo, no lo consiguió.
En el año 2000, 50 años después, en uno de los encuentros para familiares separados por la guerra que autorizaban ambos gobiernos, estos dos hermanos pudieron reencontrarse. El hermano del sur le pregunto al hermano del norte que si, siendo médico del ejercito, tenía coche y teléfono. Este le contestó que no tenía coche y que únicamente su hija, que trabajaba en el ministerio de hacienda, tenía acceso al uso de teléfono. El hermano del sur se sorprendió, pues él era farmacéutico y tenía coche y teléfono. Era muy frecuente que los familiares del norte les pidiesen a sus familiares del sur dinero. El hermano del sur se lo ofreció a su hermano, pero éste le dijo que no se lo diera, ya que se lo quitaría el gobierno. Antes de despedirse, el hermano del sur se fijó en que su hermano llevaba un abrigo raído y le insistió en que se llevase uno de los suyos. Sin embargo, el hermano norcoreano le contestó que ese abrigo que traía se lo había prestado el gobierno.
Estos dos hermanos parecen vivir en países; mundos muy distintos. Pero sin embargo, la diferencia es una cuestión de sutileza. El hermano que vive en Corea del Norte tiene un control exhaustivo de lo que hace, lo que tiene; de su vida. Podría decirse sin lugar a dudas que no es dueño de su vida. El hermano surcoreano puede comprar lo que desee, hacer lo que quiera con su tiempo. Parece dueño de su vida, ¿no? El hermano surcoreano es victima del capitalismo.
Muy lejos de ser democrático, justo y equitativo, ha enriquecido, aun más, a los que ya lo eran y ha otorgado más poder a los que ya tenían demasiado. El resultado está claro: gobiernos y corporaciones controlan nuestro día a día, nuestras vidas y nuestra capacidad de elegir a su gusto y beneficio.
Como dice Gustavo Estava en su texto “Los quehaceres del día”, el paso a una democracia real, verdadera, solo será posible si la gente común toma el mando; que son al fin y al cabo los que crean los nuevos mundos. De manera que nosotros, la sociedad, colaborando en conjunto, seremos los autores de este cambio. Sólo se podrá luchar por una ética y política real desde las comunidades.
No tenemos más que encender el televisor para ver lo que está ocurriendo en Ucrania. Es el pueblo ucraniano en conjunto el que, harto de estar sujeto al poder y a la riqueza de una minoría, se une y lucha para defender la soberanía popular de la mayoría, del pueblo. En definitiva, su derecho a gozar de la democracia de la que tanto les hablan; pero esta vez, real.
CAÑAL VEGA, PAULA
141.A04