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Francisco no es el comienzo del cambio, es la consecuencia
En el año 622 un predicante del desierto, Mahoma, llegó a Medina para iniciar la primera guerra santa de la historia. Convertido con rapidez en un líder espiritual y político, el profeta de los musulmanes guió a un ejército de creyentes con el que conquistó toda Arabia. A su muerte, diez años después, su liderazgo recayó en los califas –”sucesores”–, y el estado islámico se propagó de forma vertiginosa a costa de los dominios cristianos en el Norte de África, Anatolia y Oriente Próximo.
Para los historiadores, la debilidad de los reinos cristianos frente a los musulmanes radicó en la separación entre poder y religión, la separación entre las leyes terrenales y las divinas. Esta diferenciación hizo que la Iglesia cristiana se esforzase por formar una institución que conectase con los creyentes y con las estructuras de poder político y económico. La intervención religiosa en la vida diaria de los cristianos sufrió vaivenes con el transcurso de los siglos hasta llegar a la fractura actual.
La comunidad cristiana –ligada al rito, la predicación y los actos oficiales como medios de transmisión de su mensaje– se ha visto sobrepasada por la volatilidad de los sistemas de comunicación actuales, hasta convertirse en un vestigio para la actualidad, un reclamo casual. Por ello, en las últimas décadas la Iglesia ha potenciado su imagen pública a través de la radio, la televisión y masivas congregaciones. En la actualidad, la fuerza del discurso de fe se despliega en la web.
Si la interacción con la sociedad ya era una necesidad hace mil quinientos años, ahora se ha convertido en un asunto crucial, vital, de supervivencia. No existe una doctrina oficial, ni una organización de grandes dimensiones sobre la que cimentar la estrategia de la comunicación, sino que se trata de un proceso descentralizado, basado en pequeños grupos comprometidos con el mensaje y próximos a la sociedad a la que intentan llegar.
Hoy se cumple un año del nombramiento del actual pontífice. Por aquel entonces, Francisco conformaba un órgano de asesoramiento revolucionario, ajeno a la curia. Entre las nuevas caras, destacaba la de una joven laica, de origen marroquí, nueva asesora que se encargaría de revisar el entramado administrativo del papado. Francesca Chaouqui, formada en relaciones públicas y diestra en las redes sociales, se convirtió en adalid del cambio, de la transición hacia un mensaje más racional, moderno y eficaz.
http://elpais.com/elpais/2013/08/22/gente/1377202639_606230.html
Nunca la necesidad de comunicación real fue tan patente en el seno de la Iglesia. El nuevo papa es el ejemplo de esta realidad; es la personalidad más buscada en Google, y sus seguidores en Twitter sobrepasan los doce millones. Y para seguir sus discursos, el medio más veloz, completo y asequible es Youtube.
Bernárdez Pérez, Óscar 141 B04
Periodismo cívico, ¿para qué?
El periodismo cívico, o público, es una tendencia que pretende retornar a los orígenes del periodismo, recuperando la tradición utilitaria que lo caracterizó en otra época. Para ello, es preciso un esfuerzo doble: por un lado, convertir al periodista en una figura de responsabilidad pública, y por otro lado, que los medios se transformen en foros en los que el usuario encuentre eco a sus ideas y necesidades. Existe un elevado número de asociaciones de periodistas que comparten este concepto, como la red Public Journalism: http://pjnet.org/charter/
Esta línea editorial, nacida en los años setenta, tiene como fin último servir a la democracia, potenciando sus virtudes y llamando la atención sobre sus defectos. Requiere, por tanto, una estrecha colaboración entre los periodistas y las comunidades existentes; de esta forma, las historias y noticias ayudan a fortalecer los nexos dentro y fuera de cada comunidad individual. No debe confundirse esta forma de entender el oficio con el periodismo ciudadano-participativo, ya que atañe sólo a profesionales de la información.
La base práctica de esta forma de periodismo es la ‘conversación’, entendida como el debate, la aportación y el feedback entre periodista y ciudadano, que no es un mero cliente. En última instancia, se defiende el papel del periodista como divulgador de conocimiento práctico, y no teórico.
Aquí empieza el batiburrillo de paradojas que intentan sostener el concepto de periodismo cívico. Para empezar, este enfoque comunitario limita en seria medida el impacto real de la información: al centrar los recursos en entornos de colaboración escasamente productivos, la cantidad de información es limitada y de escasa profundidad. No se puede aplicar este tipo de periodismo a las cuestiones que ocupan buena parte de la actualidad, como la economía, la política o los deportes. Es un periodismo social, cerrado sobre sí mismo y con un reducido papel del periodista en el producto final. Parece más bien el trabajo de un sociólogo, o un político.
Luego, está la defensa de los valores democráticos como sustitución del código deontológico del periodista. Puesto que la democracia es un sistema político por encima de todo, y no una ideología en sí, no sustenta los principios necesarios de moralidad y ética. Dicho de otra forma, el concepto de democracia, al contrario que el de libertad, o el de capitalismo, es variable y connotativo; no hace mucho, la democracia no era igualitaria, ya que se basaban en una porción del censo con unas características determinadas, pero era democracia también.
Enfocarse hacia las comunidades también tiene un añadido perverso: la línea editorial se difumina y lo que se presenta como un elemento humano representativo puede ser en realidad sesgado intencionadamente. No se puede lograr independencia cuando se favorece a un sector de la audiencia y se margina a otro con sus mismos derechos. Es un foco personal, de reportaje, pero no de noticia estricta.
El papel del periodista cívico, utilitario, debería evitar el contacto directo con el agente de la información. Comportarse como un observador, crítico pero honesto. http://233grados.lainformacion.com/blog/2014/02/marwan-el-niño-que-no-cruzó-solo-el-desierto.html
Sólo así se puede lograr objetividad, un retrato veraz y desinteresado, que es lo más útil que existe para el ciudadano. También puede haber hueco para servicios más mundanos, la información de la vida diaria. Para todo lo demás, tenemos el periodismo tradicional, político-económico, regido por unos intereses y una línea editorial que busca unir política y sociedad.
Bernárdez Pérez, Óscar 141 B04
Local Hero: el individuo se impone
Ferness, el ficticio pueblo del oeste escocés que acoge la trama de Local Hero, es también hogar de unas gentes muy particulares. La localidad, impregnada del ambiente húmedo del mar de Irlanda, no presenta unas condiciones de vida demasiado cómodas para sus habitantes. Este factor, unido al aislamiento, ha forjado una comunidad heterogénea pero fuertemente unida.
Esta unión es patente desde el momento en el que MacIntyre y su socio aparecen con la intención de adquirir todas las propiedades de la zona. Enseguida el pueblo cedió toda la responsabilidad de las negociaciones en Gordon, regente del único hotel de Ferness y hábil contable, capaz de manejar las desorbitadas ofertas de la petrolera Knox.
La rapidez con que Gordon asume protagonismo es indicador del tamaño de la comunidad de Ferness. En un lugar en el que todos se conocen de cerca, pues todo el pueblo cabe en el mismo –y único– bar, todo trámite es ligero.
Pese a las notables diferencias de personalidad que existen entre los habitantes, pues no están dominados por una cultura de masas, existe un interés común que supedita cualquier discrepancia: trasladarse a cambio de convertirse en millonarios supondría el fin de su penosa lucha contra el clima y la limitada economía local. Además, existe un factor de presión añadido debido a la cercanía de los vecinos, cercano al concepto de honor o reputación, que limita el libre albedrío.
La confianza mutua del colectivo se encuentra, sin embargo, con la posición de fuerza de un único habitante. El ermitaño propietario de la playa cercana está enraizado y se muestra indiferente ante los ofrecimientos de Mac. Los vecinos, preocupados por la negativa, intentan en vano presionarlo para que acceda a marcharse. Pero el huraño no sólo hace valer su posición, sino que termina por convencer al director de la petrolera tras su encuentro personal de que la playa es un tesoro natural.
Es una situación curiosa: un grupo pequeño pero bien organizado consigue convencer a Mac del valor de las tierras, para encarecerlas, pero al mismo tiempo un individuo ajeno a la vida social consigue imponerse. Es, también, una situación excepcional, amparada por una legislación que protege la propiedad privada. ¿Qué ocurre cuando la legalidad no ofrece tal protección?
La expropiación forzosa, en aras del bien público, ha conllevado la creación de numerosas organizaciones en todo el mundo, muchas improvisadas, para proteger las propiedades de un individuo o comunidad. En China, el desalojo obligado es una de las cuestiones que más preocupa a la ciudadanía. Hu Jia, premio Sájarov, lideró hasta 2004 diversos grupos en pro del medio ambiente que ofrecieron resistencia al estado chino en su política de modernización forzosa. http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+IM-PRESS+20090925FCS61218+0+DOC+XML+V0//ES&language=ES
En España, este tipo de oposición estuvo centrada durante décadas en la problemática de las hidroeléctricas, instalaciones con un gran impacto urbano y ambiental. Poblaciones enteras fueron obligadas a desplazarse contra su voluntad, pero el régimen franquista impedía cualquier protesta. En la actualidad, los motivos para la expropiación forzosa son de lo más variopinto. Ayuntamientos y gobiernos comunitarios han causado la mayor parte de los conflictos desde la Transición.
El caso de mayor repercusión a lo largo del tiempo tuvo como origen la destrucción de las huertas de La Punta, en Valencia. El plan de urbanismo de 1999 comprendía la ampliación de los terrenos adscritos al puerto de la ciudad del Turia, a lo que se opusieron los vecinos con la creación de la Asociación La Unificadora de La Punta. Durante los últimos 14 años, los vecinos de la zona han luchado por la marcha atrás del proyecto, que se encuentra parado desde el año 2000.
(Página ligada a la Asociación) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=171981
(EL PAÍS 2002) http://elpais.com/diario/2002/02/24/cvalenciana/1014581889_850215.html
(EL PAÍS 2013) http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/07/20/valencia/1374323045_790803.html
Aquí, en Galicia, el gobierno autonómico plantea la expropiación como medida contra los incendios forestales. Desde que se planteó la medida a mediados del año pasado, Medio Rural no ha hecho efectiva la norma, pero es probable que durante el próximo verano exista algún litigio por terrenos con riesgo de quema.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/11/14/galicia/1384460965_298483.html
Bernárdez Pérez, Óscar 141 B04
Póker de sensación (El Gran Carnaval)
Comencemos por destacar que, como toda película sin color, la estética es siniestra en todo momento. La trama, que se despliega despacio, asume esta estética y transmite una sensación premonitoria. El protagonista, un periodista encarnado por el carismático Kirk Douglas, se deja guiar por su ambición desmesurada y no tiene reparo en mostrar su faceta más violenta.
Las primeras secuencias muestran al periodista, Chuck Tatum, incapaz de encontrar sitio a su actitud cínica e interesada. Se mueve en un entorno que asquea, y en el que para los demás es un elemento hostil y un borracho.
El film coge ritmo cuando Tatum, oportunista y decidido, convierte la historia de un hombre atrapado en una mina en caladero para su inventiva. El derrumbe, que había sepultado vivo al regente de un pequeño emporio de Nuevo México, se magnifica sin pudor gracias a las leyendas, mitos y situaciones trágicas que el reportero va combinando.
A partir de entonces, el guión se expande para dar cabida a todos los elementos del circo mediático, el gran carnaval, que se organiza en torno a la caverna. El juego obsesivo y egoísta de nuestro protagonista evoluciona hasta dosis peligrosas de corruptibilidad, sensacionalismo y violencia en constante aumento.
El personaje de Tatum es algo así como la mezcla de dos estereotipos. Por un lado, el periodista alcoholizado, ávido de reportajes, de buena percha y que pretende llegar hasta el averno gracias a la lacónica inscripción de ‘Press’. Por otro lado, el del periodista heredero de Pulitzer y Hearst, amarillo hasta la médula, astuto, manipulador, conspirador.
Sin duda, es un indeseable. Un periodista a la medida del guión, que mezcla lo más impopular del oficio para lograr que el anfiteatro grite muerte. ¿Tiene cabida esta figura en la información, o es un accidente periodístico?
Para empezar, no se puede negar el éxito del sensacionalismo. Valga como ejemplo Bild, el diario de mayor tirada de Europa. O The Sun. Pero no son estos los nombres que se suelen manejar; lo normal es asociar el amarillismo a News Of The Week y otras triquiñuelas empresariales de Murdoch. ¿Es justo entender el periodismo de sensación como un término absoluto, sin gradación?
El periodismo, dentro de la legalidad, es siempre válido. No hay una verdad universal. No existe nadie con la autoridad moral para dictaminar qué es información. Es el lector el que decide la validez del método y del resultado. La emoción vende. ¿Por qué no reconocer que no hay nada más humano?
Bernárdez Pérez, Óscar 141 B04