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Día 3 [Diario de experiencias]
He de admitir que cuando decidimos el tema del TS, creía conocer la cultura musulmana y a la mujer musulmana mucho más de lo que al final resultó ser. Me parece un tema realmente interesante y personalmente me encontraba muy segura y cómoda con él. Anteriormente había leído unos cuantos libros ambientados en países con cultura musulmana, además de artículos y reportajes publicados en diferentes diarios y mismo algún documental. A raíz de las entrevistas que realizamos me di cuenta de que mi conocimiento sobre el mismo no era, ni por asomo, el que yo en un principio creía tener. Si bien es verdad que la realidad que los libros presentaban era la más parecida a la que las chicas y Tarik nos contaron, existen muchísimos estereotipos, muchísimos tópicos y muchísima falsa realidad o realidad camuflada.
La prensa y los medios en general, nos presentan este mundo desde una perspectiva culturalista, dando a entender que las violaciones, poligamia, matrimonios forzosos… son trazos comunes de la cultura islámica. Imponen su visión sobre realidades que escapan a nuestro conocimiento. Como apuntaba una compañera de clase en un comentario en uno de nuestros blogs anteriores, quizá esa sea su forma de defender nuestra cultura y afirmar de forma indirecta que no existe lugar mejor que Occidente para vivir.
Que la vida de una mujer musulmana es una vida muy dura (desde nuestro punto de vista) es algo que nos recalcan por todos los lados y no voy a entrar en ello. Es un estilo de vida muy diferente al nuestro, con unas costumbres y unos hábitos que siguen a raja tabla. Nosotros no estamos acostumbrados a eso, hemos crecido con un ritmo de vida muy diferente y seguramente nos costará mucho comprender que existan otras culturas discrepantes a la nuestra y que éstas sean igual de correctas y válidas.
Noelia Alonso nos contaba con toda naturalidad como había sido su experiencia cuando estuvo de vacaciones en la ciudad natal de su novio, de origen musulmán. Tuvieron que decir que estaban casados para poder reservar una habitación en un hotel y para que sus parientes no se incomodasen. Noelia pasó mucho tiempo con las chicas de la familia de su pareja. Una de las hermanas pequeñas, de unos 15 años (creo recordar), le enseñó con entusiasmo fotos de su futuro marido. Pero también nos contó que hoy en día, tienen una cierta libertad para, llegada la hora, decidir si quieren casarse con quién sus padres han convenido, o no.
Tarik nos contaba que existe el estudio obligatorio, tanto para hombres como para mujeres, hasta los 14 años. Las mujeres pueden estudiar con total normalidad y muchas veces son los padres los que las animan y “obligan” a hacerlo. Recalcaba que actualmente hay más mujeres que hombres en las universidades de su país. Algo que me llamó mucho la atención fue que allí no existe la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, además lo que gana la mujer puede guardárselo para ella. El que tiene la obligación de mantener y contribuir a la unidad familiar con su salario es el padre de familia.
Creo que no soy la única que no ha leído cosas como las anteriores en ningún lado. Quizá es que no he tenido la suerte de dar con ningún artículo así, pero sí me ha coincidido de leer muchos resaltando las penurias de esta cultura y el sometimiento de sus mujeres. Todos con una misma línea tan homogénea que la información acaba por resultar de un simplismo preocupante.
Soy consciente de que en muchas ciudades musulmanas existen demasiadas mujeres que sufren los excesos de su propia cultura. Del mismo modo que sucede en la nuestra, la occidental. No son la misma clase de abusos, quizá compararlos pueda resultar atrevido por mi parte, o una provocación, pero son abusos al fin y al cabo. No quiero restar importancia a todas las injusticias que se cometen poniendo como pretexto al islam, lo único que pretendo es explicar que a pesar de ser culturas diferentes, en ambas somos testigos de barbaridades. Todas tienen sus cosas buenas y sus cosas malas.
S1C
Araújo Senra, Alicia.
Día 1 [Diario de experiencias]
La verdad es que no tenía ni idea de que tema trataríamos ni cómo iba la vaina sinceramente. Había surgido un cambio de última hora en los grupos del TS. Tenía compañeras nuevas: Elba, Loreto y Alicia. Las tres del interactivo uno. Ya habíamos trabajado juntas más de una ocasión. Me empezaron a explicar en clase de que trataba el trabajo. Me sorprendí al saber el tema. “la mujer árabe en occidente”. Me interesaba. Y mucho. En menos que canta un gallo, ya les estaba comentando que tenía amigas de origen marroquí. No obstante, podríamos acceder fácilmente a ellas para sonsacar información y acercarnos a su entorno sin obstáculo alguno. En definitiva, después de entablar conversación, pudimos darle un primer enfoque al TS. Ya teníamos punto de partida. Les hablé de Samia y Hayat, de cómo las conocí y también sus situaciones incómodas por causa de ir a contracorriente con respecto a la religión, que va de la mano de la educación que le inculcan sus padres.
¿Qué por qué conocía yo a estas chicas? Pues bien: la verdad es que somos ciudadanas de Porriño y por eso tengo contacto directo con ellas. Si bien comenté a mis compañeras de grupo que había muchísimos prejuicios entorno a este colectivo racial y religioso .Estas chicas no son más que eso: Unas veinteañeras ansiosas de fiesta, baile y el último alarido en moda. No obstante el ser amiga y miembro del grupo a la vez me permite hacer críticas, sin estar estas teñidas de ese halo que provocan las primeras impresiones. En estos primeros días de clase comenté que tanto Samia como Hayat tienen pocos recursos económicos y tienden a pensar que tenemos la obligación de invitarlas en cualquier heladería o café poniéndome ya en un compromiso en más de una ocasión al dar por sentado que todo correría de mi cuenta. Vamos eso de lo que hablaba el insigne profesor Bastos de que ni discriminación negativa ni positiva tampoco.
S1C
Alonso Cabaleiro, Beatriz.