Dicen que el alcoholismo es algo genético. “Yo no creo que el alcoholismo en sí esté en los genes, pero sí el ser compulsivo”. Y eso es algo que le pasaba ya al padre de D., alcohólico, antes que a ella.
Esta historia no empieza en una adolescente que probó el alcohol y con los años acabó mal, ni siquiera una joven adulta. Esta historia empieza cuando a sus cuarenta años D. prueba por primera vez el alcohol. De una forma sencilla: empieza a tomar vinos o cervezas con los amigos de la peña de fútbol. “Al principio estaba con un vino toda la noche”. Pero ahí empezó una enfermedad sin que lo supiera que afloró en tan sólo ocho años.
Esta historia empieza como todas: cuando el consumir alcohol deja de ser un hábito social. Esta historia empieza como todas, pero como ninguna.
“Cuando te haces alcohólica tú no te das cuenta, piensas que es algo en el momento, pero si te paras a analizar ves que todo esto viene de cuando eras niña”. D. tenía de todo cuando era niña menos cariño.
Los alcohólicos son personas depresivas, tímidas, poco sociales. Y el alcohol les da el empujoncito que necesitan a veces. Pero, como todas, esta historia empieza cuando el alcohol deja de darte un impulso hacia los demás y te destroza por dentro. Cuando te sientes una mierda, y te dejas de importar a ti misma. Cuando te da vergüenza mirar a la gente a los ojos, porque te sientes menos que ellos.
Y de este modo empiezan todas las historias, pero ninguna.
NEIRA CARBALLO, EVA 142.B03