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Menores y matrimonio, una misma realidad

Hace dos semanas os hablaba de la prueba de fármacos en menores con problemas de salud mental. Hoy, siguiendo la tónica de los niños, trataré el tema de la ética matrimonial.

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Prácticamente todos los días vemos en la prensa noticias sobre matrimonios, especialmente en países árabes, de menores con hombres que suelen superar los 40 años. Matrimonios pactados y con intereses de por medio. Muchas familias casan a sus hijas pequeñas con varones que triplican o cuadriplican sus edades con el fin de garantizarle comida y dinero. A veces, se trata más de la venta de la hija, en el sentido de que la familia es demasiado pobre y a cambio de la menor el hombre interesado  les proporcionará tierras, dinero, animales, cultivos u otro tipo de bienes. En otras ocasiones, la venta se debe simplemente a la concepción cultural de que la única utilidad de las niñas es procrear, puesto que no se les permite trabajar en muchos lugares. Independientemente del motivo, la menor pasará a ser “posesión” del hombre a fin de obtener este satisfacción sexual y poder procrear.

Ahora, supongamos la misma situación pero con un ligero cambio: el hombre padece una enfermedad mental. La menor tendrá que vivir con este, sufriendo sus -de ser el caso- alucinaciones, ataques y/u otras secuelas que su enfermedad le produce. Sin embargo, la familia, por los mismos motivos mencionados anteriormente, acepta.

Aunque el estado de la salud sea un factor relevante, me opongo firmemente a ambos intentos de matrimonio. Sea cual sea o esté como esté el estado mental y/o físico del hombre, la menor tendrá de igual modo una vida condicionada por la decisión de su familia. Vivirá sometida a los interese de su, casi en ocasiones, “dueño” y no tendrá libertades individuales. Que la persona que pide su mano tenga problemas de salud mental no hace que un matrimonio sea más cuestionable que otro. Ambos, desde mi parecer, deben ser prohibidos y erradicados de la sociedad. Es, la menor, quien cuando alcance los debidos años, deberá escoger con quién o con quién no quiere casarse. Ella y solo ella debe encaminar su vida y no ser, su familia por atender a intereses o por elegir el camino más fácil para salir de la miseria, quien determine el resto de sus días. La menor, también tiene derechos.

Ahora, mi pregunta, ¿cuál de los dos matrimonios consideráis vosotros más ético?

Pérez Seijo 142. E04

El sentido común de Geertz

¿Y si os dijera que resguardase de la lluvia no es de sentido común? Probablemente, no me creeríais. Sin embargo, lo que para nosotros “cae de cajón” –como lo es abrir un paraguas para no mojarse-, en otros lugares la cosa cambia, y mucho. Así pues, os voy a hablar del sentido común, como también lo hizo en su momento Geertz.

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Aunque quizás para muchos sea algo difícil de asimilar, puesto que parece algo intrínseco en la naturaleza del hombre y que, por consiguiente, no debería cambiar, el sentido común es variable. Con variable me refiero a que no todos compartimos la misma noción de sentido común. Como bien decía Geertz, si a un zande se le rompe una vasija en el proceso de elaboración, atribuirá este suceso a la brujería, lo que para él será de total sentido común. Sin embargo, para nosotros, se tratará tan solo de un error en el proceso, de nuestra torpeza o de no haber tratado adecuadamente el material. La brujería no tiene cabida en nuestro sentido común.

El sentido común como un conjunto relativamente organizado de pensamiento especulativo […] debería conducirnos a ciertas conclusiones útiles.

Por tanto, podemos referirnos al sentido común como una interpretación de la experiencia, de nuestra experiencia. Por eso, cuando –en nuestra cultura- nuestro amigo sale de casa sin un paraguas estando el cielo repleto de nubes negras, nos referimos a este como una persona sin sentido común. Es decir, no aplica su experiencia a la realidad, que sería salir con un paraguas ante la probabilidad de que llueva. Independientemente de lo anterior, cada cultura tiene una concepción diferente de sentido común, aunque he podido darme cuenta de que en algo coinciden: siempre se vincula con el valor y la validez. Es decir, aceptamos determinados hechos y acontecimientos por ser meramente de sentido común para cada uno de nosotros.

 En síntesis, el sentido común no es universal. La noción del mismo varía enormemente atendiendo al lugar, a la época y, a veces, incluso a la persona. Y, como decía Geertz:

El sentido común, para decirlo con otras palabras, representa el mundo como algo familiar, un mundo que cualquiera puede y podría reconocer, y en el que cualquiera puede o podría, mantenerse sobre sus propios pies.

Si lo relaciono con las personas con problemas de salud mental, tal vez lo veamos más claramente. Este tipo de personas tienen una concepción del mundo similar a la nuestra, salvo que su patología hace que algunas tengan una visión un tanto diferente. Sin embargo, esa perspectiva que las diferencia tiene unos rasgos que son de sentido común para ellas. La experiencia que tienen, ya de tiempo atrás, les dice que eso es sí. Al igual que para nosotros nuestra forma de comprender el mundo también lo tiene.

Para seguir reflexionando sobre este tema, os dejo un artículo –que resume y  añade aspectos nuevos con respecto al de Geertz- que me ha resultado realmente interesante sobre este tema:

GUERRI, Marta. “El sentido común, el menos común de los sentidos”. Psicoactiva.com, 23 mayo 2013. http://www.psicoactiva.com/blog/el-sentido-comun-el-menos-comun-de-los-sentidos/ [Consultado: 23 febrero 2014]

 Finalmente, ¿qué entendéis vosotros por sentido común?

Pérez Seijo Sara 142.E04

“Epílogo”, Zygmunt Bauman: la inseguridad y el individualismo.

La inseguridad cobija nuestra vida diaria. Al levantarnos, al acostarnos, al abrir la puerta de casa. Como un perro fiel, la inseguridad forma parte de nosotros. No sé si indispensable, como el peor de los vicios, pero el caso es que está ahí, acechándonos. Bauman nos habla de la inseguridad de la sociedad, yo de cómo la inseguridad siempre ha estado y estará. Ayer, una de las inseguridades del mundo era el exceso de delgadez en el cuerpo, “tener un poco de carne” era sinónimo de mujer bella y de buen hogar; hoy, la inseguridad es causada por “tener un poco de carne” y no ser un saco de huesos y piel. Así, los motivos de las inseguridades de la sociedad, como la moda, cambian a un ritmo impredecible.

Pero, el problema, es que vivimos tan inmersos en el egoísmo y en el egocentrismo que no nos damos cuenta de que nuestros problemas, nuestras inseguridades, también son compartidas por otras muchas personas del mundo. El “yo” prevalece, y el “nosotros” se pierde por el afán de pensar en uno mismo. Como bien afirmaba Bauman, se debe tener cuidado con esto, porque no hay mayor enemigo del comunitarismo que el individualismo al que parece tenderse cada vez más. ¿Y qué podemos hacer para evitar el individualismo y, por consiguiente, la inseguridad? Debemos trabajar colectivamente, debemos ayudarnos de la comunidad de la que formamos parte. Porque, al fin y al cabo, somos un uno formado por muchos. Tu inseguridad, también es la del resto.

Los extraños son la amenaza encarnada, por lo que personifican vicariamente esa inseguridad que acosa nuestra vida. De una forma extraña pero perversa, su presencia es reconfortarle, incluso da seguridad.

Así pues, a Bauman no le faltaba razón. ¿Por qué nos sentimos más seguros cuando tenemos al lado a la persona que consideramos una amenaza? En primer lugar, la consideramos amenaza por pensar que es mejor que nosotros, porque no apreciamos sus inseguridades o creemos que no las tiene. Pero, os diré algo, las tiene, claro que las tiene, pero probablemente no sean iguales que las tuyas o sepa lidiar con algunas. Así, al tenerla a nuestro alcance, sabemos dónde reside el peligro y ya no tenemos que sufrir más por lo desconocido del destino. Conocemos una de las causas. Lo que nos ayuda a relajar esa inseguridad. Porque, probablemente, tampoco nunca desaparecerá del todo: aparecerán nuevas amenazas, nuevos problemas y el egoísmo crecerá.

La inseguridad nos afecta a todos, quizás es lo que nos haga una comunidad más fuerte. Quién sabe. Pero lo cierto es que, el individualismo queda erradicado cuando la inseguridad individual yace en problemas compartidos. Y, otra vez, volvemos al comunitarismo.

Aunque pueda parecer que el individualismo y el comunitarismo no es un tema serio, os dejo un post que me ha hecho reflexionar sobre estos dos términos, en este caso llevados a un contexto mayor: los países. Sin duda, os hará replantearos muchas cosas.

ALBUJA PONCE, Roque Javier. “Individualismo vs. Comunitarismo”. Arbolhiguera.blogspot.com.es, 8 febrero 2012. <http://arbolhiguera.blogspot.com.es/2012/02/individualismo-vs-comunitarismo.html> [Consultado: 22 febrero 2014]

Pérez Seijo, Sara   142.E04

¿Tomamos un café?

Coffee and cigarettes: disparatada, extraña e inusual. Pero, para mí gusto, bastante acorde con la realidad que vivimos. Los fumadores podrán corroborar mis palabras y a quienes le guste el café secundar mis ideas.

desdefueradelapecera.blogspot.com

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Día tras día son miles las personas que se sientan en una mesa cualquiera, de un bar cualquiera, en un momento del día cualquiera. Nos sentamos, solos o acompañados. Pero esta vez, centrémonos en quienes evitan la soledad al menos una vez al día tomando un café y compartiendo un cigarrillo con alguien cualquiera sentado a su lado. Aunque pueda resultar difícil de asimilar la idea, en múltiples ocasiones las conversaciones que giran en torno a la mesa de un bar tratan de lo -por lo común y general ante nuestro tan habitual inconformismo vital- malo que está el café y de lo perjudicial que es seguir fumando. Pero, amigos, seguimos bebiendo ese café, volveremos a repetir ese café y, creedme, seguiremos fumando mientras acompañamos la próxima calada con un “debería dejarlo”. Y así, nuestra comunicación se limita a criticar dos de los vicios por excelencia de la humanidad, a la par que los saboreamos como si no hubiera un mañana. Así, cada día, multiplicado por cientos.

Quizás en ocasiones nuestra conversación abre nuevas vías e introducimos un “¿Qué tal te va todo?” o mismo desconfiamos de que, por el mero hecho de tratar de quedar y ver a la otra persona, algo puede estar sucediendo. La rapidez, las prisas y el afán por tratar de vivirlo todo hace que, en los momentos de pausa, los intentos de comunicación -llamadlo quedar a tomar un café y charlar- se tiñan de extrañeza y desconfianza. Que se lo digan a Isaach...

La sociedad vive con el pedal de freno atascado. No funciona. No nos funciona. No nos detenemos. Vivimos con la prisa en los pies y, cuando alguien trata de arreglar el freno, nuestro mundo se vuelve desconocido. ¿Y qué hacemos? Pues nos tomamos un café y nos fumamos un cigarrillo. Y desconfiamos, claro que desconfiamos. Porque ni el café ni el cigarrillo se pueden beber y fumar con prisas. Entonces, nos sentamos en el bar de la esquina con alguien con el que, conocido o no, hemos quedado. Si surge, pues hablamos,de lo contrario el café y el compartir un cigarrillo harán el resto por los dos. Porque, beber un café o fumar un cigarrillo, pueden decir más cosas sobre nosotros de las que jamás seremos capaces de contar. Nuestro interior, nuestras reflexiones, son desnudadas por el más tímido sorbo y la más apenada calada.

Aunque el 2003 ya nos quede un poco atrás, Jim Jarmusch logró reflejar lo fugaz, efímero, singular y ajeno que es algo tan normal como quedar para tomar un café y fumar un cigarrillo con otra persona. Dos vicios que corrompen un molde, dos vicios a los que en la actualidad se les suma la inhumanidad de los teléfonos móviles.

Para reflexionar, para pensar o mismo para vernos reflejados a nosotros mismos, os dejo dos posts sobre las veces que hemos prometido un café y las veces que nos hemos olvidado de tomarlo:

Minimoka. “¿Quedamos a tomar un café?”. Minimoka.es,  31 diciembre 2012. <http://www.minimoka.es/quedamos-a-tomar-un-cafe/> [Consultado: 20 febrero 2014]

Concepción. “Quedamos para tomar un café”. Maravillosaedad.wordpress.com, 23 enero 2014. <http://maravillosaedad.wordpress.com/2014/01/23/quedamos-para-tomar-un-cafe/> [Consultado: 20 febrero 2014]

Y tú, ¿también has compartido un café y un cigarrillo con alguien?

Pérez Seijo, Sara 142. E04

Historia de un niño con trastorno bipolar

La semana pasada mis compañeros os contaron en qué consistía nuestro proyecto con la asociación de personas con problemas de salud mental, Itínera. Así, el martes decidimos cortar la cinta roja y comenzar. Para mi sorpresa, solo había personas adultas en las actividades a las que asistimos de observadores. Curiosamente no había ningún solo niño o adolescente y decidí preguntar por qué. La única respuesta que obtuve fue que solo encontraría menores en el llamado “Proxecto Amigo”, una actividad que consiste en que un voluntario ayude con las materias escolares a un usuario. Esto me hizo reflexionar sobre la situación de los menores con problemas de salud mental, ese vacío que existe en el campo médico.

Os pondré un ejemplo. Hace dos semanas leí un artículo sobre la situación de un niño que padece trastorno bipolar (podéis leerlo aquí: http://cnnespanol.cnn.com/2014/02/11/suicida-a-los-4-anos-la-historia-de-un-nino-con-una-enfermedad-mental/). Se llama Gianni y tiene 10 años. A los 18 meses su madre empezó a darse cuenta de que algo fallaba en su hijo. A los 4 años le confesó que quería suicidarse porque no aguantaba más las voces de los peluches y fantasmas que le hablaban.

Sin embargo, desde entonces la situación no ha mejorado. ¿Y qué pasa en el panorama médico? Como él, miles de niños en el mundo se enfrentan a largas listas de esperas médicas solo para ser examinados. A sus espaldas, cientos de nombres de especialistas, cada uno con un diagnóstico diferente: autismo, esquizofrenia,… o, como dicen las lenguas desconocedoras, “tienes un hijo maleducado”. ¿Y qué sucede cuándo los años pasan y el dolor y pánico continúa? Pues, como le sucedió a Gianni, niños con enfermedades mentales son usados cada día como ratas de laboratorio –claro que, cada uno, en su respectiva casa- para probar fármacos nunca probados en niños con el fin de silenciar las bocas de padres desesperados por el estado de sus hijos. Gianni es uno de los muchos niños que las padecen, las mismas que son dejadas a un lado para avanzar en otros campos de la medicina.

Mientras médicos recetan antidepresivos a niños de 5 años, directores rechazan su admisión en escuelas culpando a los padres de la situación de sus hijos con la excusa de una mala educación familiar.

Quizás no interese, o ¿quizás haya intereses?

 Pérez Seijo, Sara 142.E04