Después de haber asistido a la reunión abierta de la Asociación de Alcohólicos Anónimos y haber empezado el seguimiento de uno de los integrantes, me ha dado la oportunidad de entender mejor un problema social que no tiene presencia en los medios de comunicación de masas “el alcoholismo como enfermedad y el alcoholismo como estigma social”. Es esta una adicción que es causante de gran dolor para quienes lo padecen, y también para las personas de su entorno. Pero no podemos olvidar que tanto el alcohol como el tabaco dejan grandes beneficios en las arcas del estado y, por tanto, no son tratados por el gobierno con la objetividad deseada. Cuando de forma coloquial se habla de borrachos, la palabra en sí misma encierra el desprecio con el que se hace referencia. Son personas que de entrada se rechaza y hasta se aborrece. Nadie, incluso ellos mismos, no quieren reconocerse en ese problema del alcoholismo. Doblemente equivocados están todos aquellos que consideran que las personas afectadas pertenecen a un estrato social bajo, los hay en todos los escalafones sociales, de todas las profesiones. El alcoholismo forma parte de uno de esos temas marginales, que se ubica en una plaza o calle de nuestras ciudades, son aquellas realidades que nadie quiere ver y que se esconde. Incluso quien la sufre no quiere formar parte de esa desgraciada historia, prefiere engañarse a sí mismo, tiene vergüenza, miedo a ser estigmatizado y vive en una profunda soledad. Hasta que reconoce la verdad y busca desesperadamente una solución que la administración pública no facilita. Los médicos de cabecera solo les pueden ayudar en algunos casos con ansiolíticos y antidepresivos. En nuestra forma de relacionarnos el beber forma parte de un acto social, es la “BBC”, y no hablo del medio de comunicación, sino de “Bodas, Bautizos y Comuniones” empezando por el cura hasta acabar por el padrino, por decirlo de algún modo, todos brindan sin límite por el feliz acontecimiento. El importante valor de algunas de las actuaciones en este sentido llevadas a cabo con las Campañas de Seguridad Vial “Si bebes no conduzcas” que protagonizó Stivie Wonder en 1985, en una España donde el dios del vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis disfrutaba de pleno consentimiento. Además de los controles de tráfico y la prohibición para la venta de bebidas alcohólicas a menores de 18 años constituyen avances en un camino todavía largo por recorrer.
Testimonios que nos acercan a la realidad del alcoholismo
“Cuando uno llega a un grupo de ayuda de alcoholismo no se reconoce en las palabras de los otros, tiene que pasar el tiempo para sentirte identificado. La pregunta es ¿por qué no puedo dejar de beber? ” Un día, en una visita a su médico de cabecera le comentó que estaba asistiendo a la asociación para dejar de beber, la doctora le dijo: “ ¡permíteme que te abrace! Hazte el favor a ti y a tu familia.” Confiesa: “Mi adicción me llevaba a tomar a las cinco de la madrugada un cuarto de tequila”
Norat Deza, Mariel 142 B05